"Hematoma" de Yael Weiss
- Paper Bag Poetry Review
- 28 abr
- 4 Min. de lectura
Reseña de Daniel Sibaja

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Círculos perfectos y concéntricos. Sobre Hematoma de Yael Weiss
Leer los colores de la piel son un caso excéntrico e intrigante. Todo lo que cabe en un relato también puede convertirse en una extraña forma de nombrar los accidentes de la memoria. Así fue cómo en los últimos días de abril tuve la oportunidad de leer Hematoma (2022) de Yael Weiss, tomando algunos pasillos de hospital y cafeterías de la Emérita como biblioteca. El papel de la autora comienza desde su obsesión por las marcas hirientes del cuerpo y acaba en el análisis de las peores desventuras del cuerpo. Otros trabajos escritos por ella se pueden leer Cahier de violence (2009) y Constelación de poetas francófonos de cinco continentes (2010). Esa relación entre el lenguaje poético y las arquitecturas del dolor en el cuerpo enfermo se pueden percibir hasta en los huesos.
Sólo basta tomar algunos apuntes y comenzar a entrar a un mundo posible más audaz y directo, cotidiano, en el que las páginas recrean los círculos perfectos de un moretón indiscreto , mezclados con varios colores de acuarela.
El libro gira alrededor de diez relatos en donde el análisis de la anatomía propia inicia a ser una lectura inquietante y lleno de descubrimientos acerca de las figuras microscópicas sobre la piel de los personajes. Hay una coherencia sencilla en cada una de sus páginas, con un estilo detallado en la descripción y la analogía. Aunque las anécdotas van en montaña rusa, la autora logra dar siempre una vuelta de tuerca sorpresiva, incluso cuando se trata de reproducir los tonos grises y el enigma de la trama, con frases contundentes, a modo de aforismos.
El primer texto que lleva por nombre Hematoma, creo, el más fuerte de todos, nos cuenta la historia de Gala, una joven que después de una pelea es dirigida con un médico forense. Ahí es donde aprenderá a que este oficio no sólo se encarga de los cadáveres, sino también de los moretones sobre la piel. En esa esencia, la revisión exhaustiva se convierte en la más interesante pieza arquitectónica en el cuerpo débil, lleno de mosaicos y matices, en donde la verdad duele hasta en sus trazos más perfectos.
El segundo relato, Tiempo compartido, resuelve los escenarios de Pueblo viejo. En donde Félix pretende curarse de la soledad con un huésped inesperado en casa. Aquí las siluetas y los cuadros de Monet son una decoración triste y perecedero. Donde las niñas y la casa son una historia de desconfianza antes de apagar las luces e irse a dormir.
Pasamos a Teatro doméstico, una historia de parejas disfuncionales que necesitan revitalizar la relación en los rincones más insólitos de sus habitaciones. Esa casa que los ve crecer y romperse, entonces, algo vuelve a emocionarlos y llevarlos a cuestionarse una vez más la carencia de lo erótico, el planteamiento del amor por sobre todas las cosas y la falta de placer inesperada.
Más adelante, Prueba de oído es también uno de esos relatos que destacan. Volvemos a los pasillos de hospital, donde el doctor González escucha algunas grabaciones sobre un caso muy confuso entre sus estudiantes de medicina. Las voces y los testimonios se vuelcan entre los ecos de las habitaciones congeladas y las grabaciones serán la reconstrucción de una noche de alcohol y muerte.
Posiblemente, aquella historia de Escombros sea una más de las subidas de esta montaña rusa. Donde entre los edificios caídos, Laika se convierte en la heroína de los accidentes después de un temblor. Ricardo, por otra parte, también comenzará a apoyar el derrumbe de un colegio, entre tosidos y el llanto, el movimiento era ya una celda de concreto.
Cada tema que aborda Yael Weiss pasa de lo común al accidente, un accidente que invade el cuerpo de sus personajes y que desenfoca la realidad hacia los detalles de los colores en las heridas. Estamos acostumbrados a leer el cuerpo como un relato perfecto del Mundo, pero olvidamos, en ocasiones, que una marca llena de matices es más memorable que una fotografía en Instagram, o algún mensaje desesperado. Es Cristina Rivera Garza quien dice que un texto contemporáneo tiene la tarea de “articular las maneras en las que el cuerpo se me vuelve presente y se hace legible”, y yo creo que Weiss nos hace sembrar esa espina en la punta de nuestros dedos, sobre cualquiera de sus páginas, en algún rincón de su ficción y su relato.
Leí el libro de Hematoma en una edición preciosa hecha por Elefanta editorial para la Colección América, hecha por Emiliano Becerril Silva y cuidada por Karla Esparza. Además de esa portada entrañable de Abril Castillo, me puedo referir a la obra de Yael Weiss, como una de las más vivas de esta década. Recomienda seguir los pasos de esta editorial, ya que en ese crucero de autores recientes, la voz como la de Yael Weiss son una descubrimiento estupendo y lleno de imaginación, de colores raros que no terminan nunca de torturar nuestra piel delicada a través de sus páginas.
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